jueves, 26 de marzo de 2009

Vaya, el día de hoy podría decirse que me siento bastante bien. Mi día empezó a las 2 de la mañana cuando el amigo insomnio vino a invitarme a ver una película en la tv. Luego estuvimos jugando vencidas y haciendo reparaciones nocturnas hasta alrededor de las 6 de la mañana, cuando llego el momento oficial de "levantarse".
Debo confesar que luego de que el amigo insomnio se marcho, me quede con un sentimiento algo vago de soledad, porque la compañera depresión falto a nuestra cita diaria de la mañana para tomar una taza de leche y escuchar el noticiero.
Si, me sentí un poco solo ésta mañana cuando cuando compañera depresión no llegó, pero para hablar con la verdad no la extrañe gran cosa.
Creo que el día va a ser común y corriente, pero empezó bastante bien.
Buen día solecito lindo, tú eres lo único que me podría hacer empezar mejor el día.

miércoles, 25 de marzo de 2009

memorias de otro López

Exigencias, sentido del dolor y remembrazas

- “Voy a exigirle a la vida que me pague contigo… que me enseñe el sentido del dolor…” – Así va el estribillo de cierta canción comercial que alguien cerca de mi está escuchando en éste momento.
Vaya que es extraño que en algo tan banal como es el tema de una telenovela, se pueda contener una frase que pueda resultar tan amarga.
Si pudiera exigirle a la vida algo, ciertamente sería un pago por todo lo malo que subjetivamente me ha sucedido a través de los años; que me revelara el por qué del dolor infringido y del castigo recibido a lo largo del camino que he llevado.
Si se pudiera objetivar a la vida en un ser tangible, quisiera tener la oportunidad de mirarla a los ojos y escupirle a la cara, tan solo por desahogo ¿Qué más puede suceder? ¿Qué se enoje conmigo?
Mi rencor a la vida me vuelve incoherente, balbuceante, rencoroso e irreflexivo. Lo sé muy bien, pero no puedo contener mi rabia. Bulle y se agita dentro de mi pecho como si fuera una tormenta confinada dentro de una esfera de vidrio. Siento como esa lluvia fría resquebraja mi fe en la humanidad en cada cambio de rumbo, como ese viento frio arrastra lo bueno de mi hasta el fondo de un mar negro y sombrío, no por lo profundo sino por lo turbio de sus aguas que no dejan de revolverse minuto tras minuto.
¿Dónde estás mi Solecito? Cuanto quisiera ver la luz que irradias para ahuyentar las tinieblas de mi pesar.
Si le pudiera pedir algo a la vida como retribución, serían tus ojos limpios cada mañana y tu sonrisa chiquita que tiene la virtud de hacerme capear cualquier temporal. Deseo que la vida brille en tu regazo Solecito, y te lleve a buen puerto.

martes, 24 de marzo de 2009

Hoy particularmente, comienzo este medio de expresión como una forma de catarsis, esperando encontrar algo de calma a todas mis tribulaciones.
No es mi intención publicar una lista de quejas, tan solo de sentimientos y pensamientos que rondan mi mente y mi alma, de recordar sucesos y situaciones que me han llevado paso a paso al lugar donde me encuentro.
El día de hoy concretamente he estado pensando insistentemente en mi hijo, mi dulce diablo de dos años que no vive conmigo. Ese niño que es lo primero que pienso en cuanto despierto y a quien va mi último pensamiento antes de dormir. Pienso en mi solecito de las mañanas, a quién las distancias impuestas por el egoísmo y la cerrazón lo han alejado de la playa de mi vida, hasta ser un punto en la lejanía, un solecito en el ocaso de mi perspectiva.
Hace un tiempito ya que no veo su carita risueña mirarme con curiosidad y a veces con cierto grado de compasión; cuando en las mañanas se despertaba (y a mi de paso en muchas ocasiones) con quejumbrosos “…papaaaaaaá”, reclamando mi atención y mis cuidados, los que retribuía mil veces con una radiante sonrisa en su boquita pequeña, que trataba de abarcar el mundo en las pocas palabras que ya había diestramente aprendido sin más ayuda que la de su curiosidad incansable (y mi cansancio tangible).
Dios, como reía viendo sus intentos de abrir las puertas, persiguiendo al perro que hoy es mi única compañía, pidiendo abrazos, juegos y juguetes. Si alguna vez me sentí feliz por ser humano, fue viendo a mi hijo.
Como te extraño solecito, como te añora tu padre.

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