Hoy particularmente, comienzo este medio de expresión como una forma de catarsis, esperando encontrar algo de calma a todas mis tribulaciones.
No es mi intención publicar una lista de quejas, tan solo de sentimientos y pensamientos que rondan mi mente y mi alma, de recordar sucesos y situaciones que me han llevado paso a paso al lugar donde me encuentro.
El día de hoy concretamente he estado pensando insistentemente en mi hijo, mi dulce diablo de dos años que no vive conmigo. Ese niño que es lo primero que pienso en cuanto despierto y a quien va mi último pensamiento antes de dormir. Pienso en mi solecito de las mañanas, a quién las distancias impuestas por el egoísmo y la cerrazón lo han alejado de la playa de mi vida, hasta ser un punto en la lejanía, un solecito en el ocaso de mi perspectiva.
Hace un tiempito ya que no veo su carita risueña mirarme con curiosidad y a veces con cierto grado de compasión; cuando en las mañanas se despertaba (y a mi de paso en muchas ocasiones) con quejumbrosos “…papaaaaaaá”, reclamando mi atención y mis cuidados, los que retribuía mil veces con una radiante sonrisa en su boquita pequeña, que trataba de abarcar el mundo en las pocas palabras que ya había diestramente aprendido sin más ayuda que la de su curiosidad incansable (y mi cansancio tangible).
Dios, como reía viendo sus intentos de abrir las puertas, persiguiendo al perro que hoy es mi única compañía, pidiendo abrazos, juegos y juguetes. Si alguna vez me sentí feliz por ser humano, fue viendo a mi hijo.
Como te extraño solecito, como te añora tu padre.
No es mi intención publicar una lista de quejas, tan solo de sentimientos y pensamientos que rondan mi mente y mi alma, de recordar sucesos y situaciones que me han llevado paso a paso al lugar donde me encuentro.
El día de hoy concretamente he estado pensando insistentemente en mi hijo, mi dulce diablo de dos años que no vive conmigo. Ese niño que es lo primero que pienso en cuanto despierto y a quien va mi último pensamiento antes de dormir. Pienso en mi solecito de las mañanas, a quién las distancias impuestas por el egoísmo y la cerrazón lo han alejado de la playa de mi vida, hasta ser un punto en la lejanía, un solecito en el ocaso de mi perspectiva.
Hace un tiempito ya que no veo su carita risueña mirarme con curiosidad y a veces con cierto grado de compasión; cuando en las mañanas se despertaba (y a mi de paso en muchas ocasiones) con quejumbrosos “…papaaaaaaá”, reclamando mi atención y mis cuidados, los que retribuía mil veces con una radiante sonrisa en su boquita pequeña, que trataba de abarcar el mundo en las pocas palabras que ya había diestramente aprendido sin más ayuda que la de su curiosidad incansable (y mi cansancio tangible).
Dios, como reía viendo sus intentos de abrir las puertas, persiguiendo al perro que hoy es mi única compañía, pidiendo abrazos, juegos y juguetes. Si alguna vez me sentí feliz por ser humano, fue viendo a mi hijo.
Como te extraño solecito, como te añora tu padre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario